El gran reto es reducir el consumo de energía

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Álvaro García

El físico y astrónomo alemán defiende que se puede vivir cómodamente en una casa con el 10% de la energía que consumimos. Basta con construir edificios mejor aislados.

Hace ya tres décadas, el profesor de la Universidad de Innsbruck Wolfgang Feist (1954) convenció a su familia para mudarse a una casa pasiva, como se conoce a los inmuebles que consumen un 10% de la energía empleada por una vivienda media. Este experto empezó a estudiar en los años setenta las formas de construcción que permiten ahorrar energía aislando los edificios y hoy es, junto al ingeniero sueco Bo Adamson, uno de los principales referentes mundiales en este tipo de viviendas eficientes.

Está al frente del Instituto de la Vivienda Pasiva en Darmstadt (Alemania), una organización que impulsa el desarrollo del concepto de estas casas. De generalizarse este tipo de construcciones, se transformaría el mapa del consumo energético. La implantación de estas viviendas es muy limitada. En todo el mundo solo hay 15.000 inmuebles de este tipo la mayoría están en Alemania y Escandinavia, aunque Bélgica ha empezado a invertir en esta clase de edificaciones para ponerse al nivel de estos países.

En España, de momento, solo hay 140 casas pasivas, según la Plataforma de Edificación Passivhaus. PREGUNTA. ¿Qué le costó más? ¿Convencer a su familia o reducir su dependencia de las compañías de energía? RESPUESTA. Para las empresas yo era un chiflado. No se fiaban de que gastásemos tan poco y cambiaron el contador. Con mi familia fue fácil. Mi mujer es matemática, de mente abierta, y me apoyó. El resto, no es que fueran escépticos, pero trataron de rebajar la aventura: “No hace falta que sea completamente pasiva…”, me decían.

P. ¿Pasaron frío?
R. Ni frío ni calor. Las viviendas pasivas no ahorran energía a costa del confort.
No puedes convencer a la gente poniéndoles tres jerséis de lana. Por eso
pensamos en ponerle el jersey a la casa. Bien aislado, un edificio consume poca
energía. Y aislar no es caro.
P. Antes de su primera vivienda hubo otras iniciativas. ¿La investigación es un
trabajo en equipo?
R. Como físico, sabía que había una solución para mejorar la eficiencia
energética. Está en la ley de la conservación de la energía: nunca se pierde,
siempre va a algún sitio. En EE UU, Dinamarca, Noruega o Canadá, éramos
legión los que investigábamos lo mismo. Intercambiábamos información. Los
más avanzados estaban en Suecia. Bo Adamson había conseguido aislamientos
eficaces de apenas 20 centímetros de espesor. Trabajé como investigador en
su universidad, en Lund, y luego colaboramos.
P. Colaboraron en lugar de competir.
“El objetivo económico es una dirección prohibida para la ciencia porque el
dinero termina controlándola. Para las cuestiones básicas necesitamos ciencia
independiente”
R. Ese es el principio de la investigación científica.
P. ¿Sigue siéndolo?
R. Ha habido cambios en el planeta que demuestran lo peligroso que es
competir en un campo así. Si queremos progreso científico, debemos cooperar.
P. Cuando se puede ganar dinero con el conocimiento científico, aparece la
competencia.
R. El objetivo económico es una dirección prohibida para la ciencia porque el
dinero termina controlándola. Para las cuestiones básicas necesitamos ciencia
independiente.
P. ¿El Instituto de la Vivienda Pasiva no es una forma de negocio?
R. Tomamos la decisión de no registrar la palabra ni la marca. No queríamos
que una solución se convirtiera en una propiedad. Tenemos una red de
certificadores que comprueban la calidad de las viviendas pasivas. Pero
ofrecemos la información gratuitamente.
P. ¿Qué hacer para que las viviendas pasivas sean más ayuda que negocio? Hay
muchos certificados de sostenibilidad y eso no genera confianza.
R. Hay mucho negocio. Pero lo que define una vivienda pasiva —el hecho de
que gaste un 10% del consumo energético empleado por una vivienda media—
es mensurable.
P. ¿Ese porcentaje proviene de fuentes renovables?
R. En las ciudades puede provenir de fuentes fósiles. Sucede lo mismo en el
campo de la nutrición. Uno puede cultivar sus propias hortalizas, pero eso no
es una solución aplicable a una ciudad. Los problemas del mundo no se
solucionan con las casas unifamiliares. Se solucionan con los bloques de
viviendas. Necesitamos soluciones que funcionen en cualquier sitio.
P. ¿Dónde es más fácil levantar viviendas pasivas?
R. Solo con eliminar algunos errores en la construcción, sería fácil levantar
estas casas. Históricamente se han construido más en Alemania, aunque
Bélgica está tomando la delantera. Con todo, siguen siendo una excepción:
muy poco de lo que se construye es pasivo. La industria de la construcción no
quiere adaptarse a los nuevos retos. Sin embargo, la iluminación con ledes ya
reduce al 10% el gasto energético, y lo mismo sucedería si las viviendas se
aislasen bien.
P. ¿Se podría imponer por ley?
R. La imposición genera resistencia. Tratamos de convencer educando.
P. ¿Cuánta energía solar se obtiene en Alemania comparado con España?
R. Menos de la mitad. Sería mucho más eficiente construir viviendas pasivas en
España que en Alemania.
P. Con tanto sol, somos el cuarto país europeo en pobreza energética: un 9%
de la población no puede pagar la calefacción.
R. Es una cuestión política con varias soluciones. Consumir menos aislando
mejor las viviendas es una. Como científico creo que es mucho mejor que
subsidiar las energías fósiles.
P. ¿Priorizar el aislamiento frente al abaratamiento del combustible precisa de
una sociedad madura?
R. No podemos esperar a que la sociedad madure. Pero soy optimista. En
Alemania, por ejemplo, he visto cómo hemos ido avanzando: tratamos mejor a
los inmigrantes, vivimos más, hemos erradicado enfermedades. Ese progreso
es mucho más lento que el tecnológico. Por eso deberíamos concentrarnos en
mejorar la eficacia para que todos consumamos menos. Los efectos serían
extraordinarios.
P. ¿Para qué sirve un edificio pasivo si la ciudad no es sostenible?
R. La pregunta es casi religiosa, ¿merece la pena plantar un árbol cuando el
mundo es un desastre? Es fundamental demostrar que hay soluciones. El
astrofísico Carl Sagan ha defendido la conciencia de pertenecer al planeta.
Parece evidente, pero no nos terminamos de creer que para que la civilización
humana sobreviva la clave es estar unidos, no enfrentados. La mayoría de la
humanidad vive en ciudades. Por eso el gran reto no es la autosuficiencia, sino
el descenso en el consumo. Somos fuertes cuando nos unimos. No cuando nos
aislamos.
P. ¿Qué opina de Masdar, la ciudad proyectada por Norman Foster en Abu
Dhabi con nulo consumo energético?
R. En el tema energético las soluciones vienen de la unión, no de la separación.
Un gueto no puede ser una solución.
P. ¿Reparar es más difícil que pensar desde cero?
R. Mucha gente piensa eso. Pero un científico nunca estaría de acuerdo. Como
dijo Isaac Newton, estamos sentados en hombros de gigantes. Él fue uno de
esos gigantes. Si tuviéramos que descubrir las teorías que nos han precedido,
no podríamos avanzar.
P. ¿Cómo evitar que la sostenibilidad pase de moda?
R. Ha habido modas hasta en las religiones. Y lo que necesitamos son
principios que defiendan nuestra humanidad. El pensamiento escéptico lo hace,
pero también el último Papa parece defender valores universales. Necesitamos
una línea roja que indique, sin género de duda, lo que es bueno y lo que es
malo. Como físico y astrónomo tengo una perspectiva a largo plazo. El ser
humano existe desde hace 100.000 años. Podría existir un millón de años más.
Los mayores problemas de la humanidad provienen de nosotros mismos. Por
eso las soluciones deben partir también de nosotros.

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